
Se tendrá que verificar algunas cuestiones referidas a la implementación de jugadores en certamenes de tal calibre como puede ser un Mundial Sub 17. En pocas palabras, estoy focalizando y tratando de entender al fenómeno África y sus participaciones en estos torneos. Es cierto que a lo largo de la historia deportiva -ni hablar de otros aspectos- este continente ha sido castigado duramente por un sinfín de discriminaciones, carencia de infraestructura y crudeza económica, que día a día logran ahondar en el olvido aún más a esta población. Entendiendo el objetivo del post, considero de que esta clase de torneos se ve empañada legalmente por la presencia de ciertos equipos -en su mayoría africanos- con jugadores que supuestamente tendrían una edad determinada y apta para jugar con jóvenes de su edad, lo cual difiere bastante a lo que se plasma en la cancha, donde pareciera que las diferencias físicas entre estos equipos y los otros, no son simplemente musculares sino que denota una maduración calendaria distinta. Es un tema que FIFA no puede explicarlo con pruebas, y que a la vez circula con más fuerza cuando se llevan a cabo los mundiales de esta catégoría. También entendiendo que es una locura hacer jugar a chicos de 16 años vistiendo la camiseta de su país. Eso le genera al joven una responsabilidad extra, que acorde a su edad, no tendría que tenerla. Pero negocios son negocios. Refiriéndonos precisamente al partido, desde el arranque se vislumbró la derrota argentina. Nigeria aprovechó las enormes medidas del campo para ejercer y producir con la velocidad de algunos jugadores, quienes hicieron estragos en la defensa albiceleste. Los chicos de Tojo hicieron lo que pudieron. Se vieron superados desde todo ámbito y quedaron inertes ante tanta supremacía. El 0-2 fue corto. Mereció haber sido goleada, a pesar de que los atacantes nigerianos no estuvieron tan efectivos ante el arco de Ojeda. La derrota está, pero el signo de pregunta queda.