miércoles, 27 de marzo de 2013

Higuaín, la bestia gol

Higuaín buscando espacios. "Su" clave.

Gonzalo Higuaín no es un delantero para la televisión. En las medidas de la llamada “caja boba”, no se puede vislumbrar en totalidad el abecé sobre materia ofensiva que carga sobre las espaldas el del Real Madrid. Un futbolista con comprensión del juego como si fuese un estratega pero armas a tomar desde el centro del área. Higuaín busca incesantemente entre las líneas defensivas, un artillero sigiloso que pone quinta velocidad cuando el propio avanza con pelota dominada. Pensemos en el primer gol de Argentina ante Venezuela, Montillo, Messi, tac, pase diametral e Higuaín con postura, cuerpo y mente ya para definir. Una frecuencia de segundos, un espacio que se abre y la pelota que va a sus pies. Lo marcamos en una situación exitosa como lo es el gol, también el tercero, pese al offside, habla del olfato, de la mirada cómplice con el astro rosarino (17 goles entre los dos), corre el balón y el imán es su pie derecho. Va al límite, a la par de la línea defensiva y arremete con astucia, no cansa de ejecutar los movimientos, eso sí que desgasta tobillos rivales. Siembra, luego cosecha, el plan metódico de Higuaín, que rebasa de rendimiento y cifras (goleador de Eliminatorias con 9), no tan fulgurante en su estadía por Madrid en términos de titularidad. Pero, pese a refuerzos y más refuerzos que llegaron a la Casa Blanca, la camiseta bordada con el apellido Higuaín siempre aparece colgada en el vestuario. Méritos sí los hay.

La comprensión que desarrolla en el campo de juego no sólo se reduce a los últimos metros, su hábitat. Su referencia de centro no hace simplificar sus vínculos con trincheras contrarias. Higuaín, pillo, sabe salir del eje de conflicto, abre abanicos desde los costados, pases cortos que hacen llevar a rivales al ritmo propuesto por él. Desaparece, parece mimetizarse con el césped pero es sólo una postura, ya avanza en la concreción del objetivo: la red contraria. Pensamos en Hernán Crespo, un atacante fabuloso que solía entender que la apertura defensiva sólo se lleva a cabo si extendemos el dominio desde los andariveles. Higuaín anda con el manual de Crespo sobre la axila, pero intrépido se robó varias páginas de un tal Gabriel Batistuta. Ítem uno, potencia. El segundo gol a Chile hizo acordarnos a las proezas del de Reconquista en sus aventuras italianas y vestido de celeste y blanco. Higuaín es mixtura, serenidad y combustión, potencia de piernas pero no a lo bruto, las regula, sabe cuándo exigir, cuándo no. Ahí subrayó varias oraciones de la carrera de Batistuta.

Lógicamente rodearse de intérpretes de la magnitud de Messi, Ronaldo, Di María, Agüero, Ozil, Modric, Xabi Alonso, facilitan la tarea, la pureza del traslado, la puntillosidad en la asfixia de los metros, lo convierten en más letal todavía. Ajenos, tan extraños, ésos tiempos iniciales en River, de algunos murmullos; su crecimiento exponencial, un delantero full time, que ni se relaja cuando los otros tienen la humilde esperanza que sí, que esté descansando. Falla la premisa. Higuaín habla el presente con palabras contundentes, de un plumazo, en aquella tragedia griega que fue Argentina 2 – Perú 1, Palermo, Maradona tirándose de panza al agua, un Messi tímido, lluvia, lluvia y más lluvia, debutaba en la selección nacional. Y cualquier discusión sobre quién debería llevar los trapos que bancaron años y años Batistuta y Crespo ya no tuvo sentido. Higuaín, diploma en mano, quiere seguir estudiando cómo derribar defensas. Con Brasil 2014 en la esquina, esto se transforma en una obsesión de la que sueñan millones de argentinos.


sábado, 23 de marzo de 2013

5 claves de Argentina 3 - Venezuela 0


martes, 12 de marzo de 2013

Ganas

La pregunta es cómo despegarse, cómo sacarse de encima el plástico incorporado a cada parte del cuerpo, brazos, piernas, muslos, la cabeza, el plástico apretando cada vez más a los poros, cortando la circulación, los conductos sanguíneos, tapando los orificios de la nariz, llegar al final del destino a la descomposición del cuerpo, agotado, tan martirizado. Una estructura que sufre, que decanta una vida maltrecha, anodina, insípida. No pienso en mí sin en el pasado que entristece. Una fotografía con formas antiguas, borroneada, amarillenta, que fue feliz pero ahora se torna aciaga e insulsa, con un dejo de tristeza. En los errores, las malformaciones mentales que le suceden a otros, que se desintegran, que se hacen trizas a ellos mismos tornando de un olor hediondo los pasos de cangrejo que dan. Pienso un poco, trato, aunque me cueste, de restarle dramatismo, uno tiene que despersonalizarse de otros, uno debe, hasta en el mismo dolor, poder ver la caída del otro, el ocaso, la declinación de lo que fueron. Nacimiento, desarrollo y deceso, algo tan de la naturaleza que no puedo naturalizar. Estos procesos emergen cuando alguien está pronto a morirse, en la degeneración del todo convertido en ese cúmulo de huesos pútridos, infectos. ¿Cómo dejó de ser aquello para transformarse en esto? Sitúo las palabras acerca de las peripecias del morir, pero también hay otros casos que no están tan muertos, no tienen enfermedades terminales, al contrario, los exámenes médicos le dieron muy bien, y andan por los caminos no encontrándose ni en la respiración. Son muertos aunque les funcione el corazón. La terapeuta fue clara, “Juan, forma parte de los seres humanos, hacete la idea”. Me hago la idea, intento, avanzo en lo que puedo, pateo mis propias contradicciones, golpeo puertas equivocadas, no entiendo ni encuentro el porqué del accionar humano, tan inverosímil a veces. Camino la costanera, me cierro la campera, respiro, veo cierto remolino de arena a mi derecha, recuerdo palabras que no me brindan solución, necesito tomarme una cerveza, acariciarme la garganta con algo fresco, que me renueve, que haga duplicarme, y con ese nuevo yo huir lejos, muy lejos de componentes que nos quiten potencia, no puedo dar esa ventaja. En la vida hay luces que cada día se encienden, que nos vuelcan de amor con su sola presencia, no es de manual de autoayuda, es aprender a valorar lo poco o mucho que nos rodea, el exterior nos manifiesta qué y quiénes somos, si estás rodeado de mierda, algo habrás hecho, mi amor, algo habrás hecho, y no es excusa clase media de los setenta, es realidad visible, palpable. Lo vemos todos. Y yo ni ganas de decírtelo. 

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