martes, 19 de febrero de 2013

Líneas blancas



Avanzar en la ruta, el camino despejado, el viento que recorre cada parte de la boca, nariz, orejas, el pelo inmanejable, que va y vuelve, que se renueva, agiganta y achica, la mirada perdida en un desierto homogéneo, trasladándose a idéntica velocidad y brinda siempre la misma imagen. La mano sobre el soporte de la ventanilla, los ojos cerrándose, casi dormitando. Recuerdo hace varios años la sensación de placer que me generaba la ruta oscura y las luces a varios kilómetros, ese proceso de ir acercándose, descubrir la proximidad de un pueblo, contemplar los focos y todo lo que representaba: un pueblo, varias historias, sus héroes, muertos, miserias, grandezas, vivencias, ese segmento alejado de la humanidad, pueblo, pampa, pueblo, pampa. Las casas perdidas en las rutas, inhóspitas, cercenadas ante tanta inmensidad, ellas solas, preguntarse si habría gente viviendo ahí, cómo se podría vivir así, sin un hospital o negocios cerca, ¿agua potable?, televisión por cable, Internet, wifi, todas preguntas de porteño medio ignorante que piensa sólo en su propio ombligo. Uno cambia con el tiempo, deja de ser correntada verbal, física o sexual, se torna más selectivo, no conservador, aclaro, sino que sabe lo que le gusta y lo que no, culminó el período experimental. Me acuerdo en la Costa cuando llegaba a Miramar, pasar por Mar del Plata, el olor del puerto, Chapadmalal, a la izquierda el mar, la ruta, las luces de Miramar, la ciudad de los niños, nunca entendí tampoco la razón de ese apropiamiento, acaso les preguntaron a los niños si esa ciudad era la que adoptaban como propia. Esto, tan argentino. El viajar es un período iniciático, una búsqueda a lo desconocido, lógico saliendo de la General Paz para el exterior, cuando las formas tienen sentido efectivo, donde prevalece un aire distinto, más fuerte, menos caótico. No sé si más fidedigno, tal vez sin tanta contaminación en las fibras,  algo más austero. ¿Lo auténtico tiene que ver con lo austero? me pregunté varias veces y nunca tuve una respuesta firme al respecto. El camino brinda sensación de libertad, de angostes, de una mirada que no se acorrala, al contrario, multiplica las retinas y los sentidos. El olor a pasto, el silencio absoluto perturbado por el motor, después el mp3 que revienta con Clash, Ramones, Wailers, que llena de cadencia cada partícula, el bolso, tu ropa, uno se lleva consigo mismo en un viaje, la compañía ocasional, todo forma parte del inventario.

miércoles, 13 de febrero de 2013

Mi casa




Me acuerdo del palier extenso, los cuadros al óleo, las paredes altas, el techo más todavía, bien profundo con cierta humedad inalcanzable, el espejo arriba de la mesita, el alcohol, el ventilador de pie, también las cortinas blancas que iban y venían en las puertas un poco percudidas por el polvo que corría aquél junio, un mes de desasosiego para nosotros, en un recuerdo que desaparecía y de golpe volvía a imponer su presencia, una forma en que tornaba a solidificarse. El piso que crujía con cada paso, sean pies grandes o chicos, sean 45 o 37 de una dama, un parquet venido a menos de un marrón claro, y el crujir, de eso sí me acuerdo, la posibilidad que te da vivir un tiempo y saber que las cosas terminan envejeciendo, en forma inexorable, lo que ayer fue vitalidad y pureza hoy se convierte en lúgubre y repulsivo. Las cosas, las personas, lo mismo, cuál es la diferencia.

Las ventanas tapadas, implacables para que no llegue la respiración de afuera, ese olor a encierro, nauseabundo, a un aire que decidió quedarse en ese espacio y no moverse, agrietarse sin dejar de soltarse a las partículas del sillón naranja, el colchón finito, partes del placard, las sábanas revueltas, vender y vender cosas, fragmentos sueltos, polvo, suciedad, cucarachas, la no luz, la oscuridad, el fin de todo. La familia desagradecida, los llamados sin atender, la desidia, el olvido, el rencor acumulado que no se va, que no se transforma, que aún peor, sigue quedando como un combustible podrido. Pienso en una obra de teatro, el telón, las luces, lo estruendoso, lo dramático, lo gracioso, pero después el telón se cierra, las luces se apagan, lo estruendo, lo dramático, lo gracioso, pasa a transformarse en un silencio eterno e insoportable. Recorro mentalmente cada sitio, cada partecita de nosotros, un lugar multiplicado en miles, un origen, una identificación, algo que nos representa. En el fondo, en la obsesión por el vértigo, los cambios, el vivir, debe haber una sombra que nos haga reconocer al que fuimos, un recordatorio o algo así. Y no con una melancolía berreta, insulsa, que nos perfora en la falacia que el pasado fue mejor como una melodía de tango sombría sino buscar partes del rompecabezas del pasado en que uno fue, no sé con qué propósito o objetivo, pero indagar, hallar, hurgar, en eso encontraremos respuestas. Los hombres siempre necesitamos respuestas. Antes, ahora, mañana.

Estoy a cincuenta metros de volver a la casa de mi infancia. Mi casa. Nuestra casa. Quedé como único testigo, la naturaleza fue sabia y supo entender qué era esto del trasvasamiento, las cosas tenían que ser así, los muertos como marca la cronología, hay que ser agradecido. Camino cada baldosa, uniforme unas, indistintas otras, camino la misma tierra que atravesaron las rueditas de mi bicicleta, esa azul, apoyando las patitas con toda velocidad y más y más fuerza, el viento en la cara, abrir la boca y sacar bocanadas de humo, esos meses de junio que no son mis meses de junio, que fueron otros a pesar de seguir teniendo 30 días, que siguen estando en el mismo nudillo cada vez que con la mano hacemos diferenciar los meses que tienen 30 y los de 31, ése mes que viró su carácter, su naturaleza, su ser, al menos para mí. Sigo, relojeo el exterior, ni mejor ni peor, tampoco cambiado, tampoco igual, no sé qué término podría cuajar con la descripción, no es un sinónimo, no es un adjetivo, quizás no haya concepto, quizás en el fondo no quiera buscarlo porque sé que me va a doler. La tengo enfrente, cierro los ojos por uno, dos, tres, cuatro, cinco, seis, siete, ocho segundos, abro y decido no ver, una fuerza interna me imposibilita que la retina funcione, ya  es momento de no concentrarse en nada, sólo dar vuelta la cabeza y enfilar a la dirección contraria, entender que quizás sólo llegue a ese momento de fortaleza, que más no puede, que en otro tiempo será distinto. O no.

lunes, 11 de febrero de 2013

Vivir respetando al otro; una utopía argentina


“La democracia sería una palabra muy pobre si no fuera definida por los campos de batalla en los que tantos hombres y mujeres combatieron por ella. Si necesitamos una definición fuerte de la democracia, es en parte porque hay que oponerla a aquellos que, en nombre de las luchas democráticas antiguas, se constituyeron y siguen constituyéndose en los servidores del absolutismo y la intolerancia”.
Alain Touraine

La intolerancia forma parte del cosmos en que está inmersa la Argentina. Oímos aquí y allá, leemos en un diario oficialista, en uno diario opositor, lo sentimos en la calle, en cada cuadra, en un bar comiendo una milanesa mirando TN en mute, en un auto que se detiene dos segundos más cuando el semáforo está en verde y las bocinas estallan al compás de un fragor verbal que implica ante todo la disminución del otro como ser, en las discusiones sucedidas en el transporte público, que te colaste, que vos, que yo, que el chofer insulta, miradas odiosas, en la irritabilidad como espejo de todos. En el manual del intolerante, la primera página afirma que el prójimo es un idiota con nula capacidad como dador, una piedra que hay que sacar del camino bajo cualquier método, incluida la violencia. Vos sos una afrenta a mi inteligencia, sos demasiado poco. Violencia e intolerancia se abrazan en este sendero y juran no volver a separarse. Tal vez a imagen y semejanza del porteño que soy, generalice particularidades de una ciudad en combustión como Buenos Aires y la realidad en otros puntos del país, conociéndola bien y no de oído, sea bastante diferente a lo que palpitamos acá en la jungla, en el cemento, en la construcción de torres en Caballito, en el día a día. Tiene todo su derecho a decirme, pibe, dejá de pensar que son el ombligo del país. Nos lo hacen creer, diré. Quizás tenga razón.



Algunos sostienen que la atmósfera generada por este gobierno trae intolerancia como respuesta, y sin repetir ni soplar, diremos “crispación”, “condena social”, “gorilas”, “viven del Plan”, “vendepatria”, “cipayos”, pedimos disculpas si nos olvidamos de algunos términos, el discurso se enmaraña en este tipo de conceptos didácticos, sencillos de comprender, pero que, por su naturaleza simplona, tampoco resuelven y se convierten en comidilla de tacheros, comerciantes, una charla de 5 minutos y ya está, nos sacamos de encima la responsabilidad ciudadana, los políticos son unos hijos de puta y nosotros, pobres víctimas. La simplificación avanza en los asuntos públicos y todos queremos tener la respuesta perfecta, que no nos demore mucho el pensamiento y que resuelva el enigma, y si puede ser con menos de 140 caracteres y qué mejor que nos conteste una minita, maybe levantamos algo.



No negaremos que en los gérmenes de la intolerancia hay varios actores que otorgaron su granito de arena: políticos, sociales, comunicacionales y los sujetos a pie, sería una zoncera contemplarlo de un modo piramidal, epidémico, Cristina y sus allegados son intolerantes, por ende todos nos convertimos a  imagen y semejanza en lo mismo, un razonamiento infantil, erróneo, lavarnos la culpa para enrostrárselo a otro. La postura ética de abrir el diálogo es un juego mediático, sólo eso, el aparentar un liderazgo desde el criterio de la consonancia, sabiendo que es puro maquillaje. Para menguar los errores hablamos de condena social, hacemos pucherito, unas disculpas por aquí, otras por allá. El mensaje a la sociedad se torna difuso, los medios, unos y otros, borronean aún más la imagen, a esto le sumamos la frustración del ciudadano, con sus mambos, problemas de guita, que no llegamos a fin de mes.  Es todo y a la vez nada. Y puteamos a quien venga, si está con la familia mala suerte, decimos que la otra es una hija de puta, y bueno, no, no, se me fue la mano, y nos dormimos en el colectivo si hay una embarazada, anciana, lo que sea, la intolerancia tiene muchas facetas y nos involucra de lleno a cada pieza de este tablero de ajedrez. En esto, hacernos creer que no formamos parte, nos vuelve más cómplices.

domingo, 3 de febrero de 2013

Julio Grondona: ¿un adiós con fecha de vencimiento?




El 2013 apenas está dando sus primeros pasos pero ya dejó una de las noticias más importantes del año: Julio Grondona ratificó en declaraciones radiales que desempeñará su mandato como presidente de AFA hasta 2015 y no lo renovará,  resignando el sillón que ostenta desde 1979. Las razones para esta decisión, de tenor histórico, residen en diversos frentes: uno, el principal, el cansancio propio para una persona de 81 años, empresario en varias actividades y con un cargo de relieve en FIFA, vicepresidente, ¿qué pasará con ese cargo?, con todos los avatares que trae la gestión en el día a día, los problemas estructurales que posee el fútbol argentino, uno en materia financiera y el restante sobre el tema de la seguridad y las barra bravas, sin resolución durante las más de tres décadas y media que cumplirá al frente de AFA, ésos enormes flagelos que nunca supo cómo remediarlos, o no quiso, vaya uno a saber, las definiciones las tendrá cada vez que se acueste con la almohada.

En este cansancio, cronológico, el tiempo transcurre para todos, sin excepción, también se encuentra el lado personal con los fallecimientos de su hermano Héctor y su esposa, acaecidos en 2012, golpes certeros en lo anímico que hasta hicieron que se saque de su mano el tan famoso anillo con la inscripción “Todo pasa”. Una muestra de agotamiento, sin dudas. Como escenografía de tiempos turbulentos en la calle Viamonte, apareció una denuncia periodística que lo involucraría en una supuesta compra por parte de Qatar para obtener la cita mundialista a desarrollarse en 2022, involucrando a la FIFA, según una denuncia propinada por la revista France Football.

Esto, amén de fracasos mayúsculos durante los últimos años tanto en selecciones juveniles, recordar el papelón este enero con la Sub 20 en Mendoza, con una fuerte injerencia de su hijo,  Humbertito, y también del seleccionado nacional, con Basile, Maradona y Batista, hasta la llegada de Alejandro Sabella, quien basándonos en los resultados de las Eliminatorias para Brasil 2014 ha otorgado la templanza y tranquilidad que requiere el combinado argentino. Pero la socavación de su imagen prosigue. Quienes conocen a Grondona  dicen que lo notan abatido y saturado, un dominio tan personalista de la presidencia, como el que dispuso y sigue disponiendo, trae este tipo de consecuencias. Desde el 1979, el fútbol argentino no comprendió otro apellido que no sea Grondona, un animal político que supo reubicarse ante cada modificación en el humor popular, dispuesto ante el poder de turno, político y económico, y haciendo jugadas arriesgadas, caso Fútbol para Todos, con el rompimiento unilateral del vínculo de televisión con el Grupo Clarín, quizás su última jugada maestra, alinearse con el gobierno de CFK, aumentar las ganancias y volver a reinventarse como un personaje indescifrable, ambivalente, amado y odiado, sin medias tintas.

Grondona no dejará así porque sí el poder, entendió que temprano o tarde, en él, nos aferramos al segundo caso, tiende a desmenuzarse, quebrarse, que ya no imponía el respeto que otrora obtenía, de voces calladas y manos levantadas, que la reformulación forma parte de la genética del ser humano. Las nuevas camadas estarán vigiladas, el principal candidato, Alejandro Marón, presidente de Lanús, 44 años, cercano a Grondona, podría convertirse en el delfín político de Don Julio, cuenta con gestión positiva en uno de los clubes más serios del país y desde la calle Viamonte admiten que cuenta con el perfil ideal, una oxigenación imperiosa en el devenir de la próxima AFA sin Grondona, seguramente no en el sillón pero atento a cada movimiento que se dé, su poder no se licuarán de un día al otro, es cierto, será un error hacer futurología a más de dos años por delante, pero todo tiende a que su presencia no se borrará así porque sí de un plumazo. Sería desconocer a Julio Grondona. Germán Lerche (Colón), Mario Contreras (Godoy Cruz), Humbertito Grondona (la familia estaría en contra), Juan Sebastián Verón, director deportivo de Estudiantes de La Plata y hasta Marcelo Tinelli, vicepresidente 1º de San Lorenzo, éstos dos últimos con remotas posibilidades pero también del gusto de Don Julio van en la carrera atrás del actual presidente de Lanús.

2015. La fecha tope del adiós de Julio Grondona. Al menos en los papeles. Habrá que ver si su sombra sigue rondando en la calle Viamonte. 

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