Lo único que
hago es aguantarme la cabeza. Disperso los pensamientos, obnubilo la vista, me
tiro en el colchón y respiro, sólo respiro. Se me seca la boca, me mojo los
labios con la lengua y vuelvo a respirar. El ventilador hace su propio
movimiento, las cortinas con un tenue movimiento dan una brisa que seca la
transpiración. Aparecen las imágenes, las caras, los gestos, el pasado
intermitente y vuelvo a dinamitar las ideas, las acciones que me piden salir de
la cama. Me niego, no tengo ganas de cambiar el exterior, lo intento, busco y
todo se vuelve tan absurdo. Quiero darme energías pero ya no puedo en esta
noche. La vida es así. No estoy enfermo, quiero sentir la piel de nuevo, que la
sangre por fin irrigue de vuelta, no pelearme tanto, escuchar más los sonidos
del exterior sin pudrirme tanto la cabeza. Que entren y como así se vayan. Sin
vergüenza del afuera, por más que nos dejen la cara toda colorada. Quiero
volver a sonreír, fumar con un libro en el regazo, en cuero, mirar desde el
balcón con tranquilidad, en ese proceso de creer que no todo es tan grave ni
todo podrido. El significado de la podredumbre, de la descomposición como algo
natural y humano a la vez.
El eslabón perdido de la Mano de Dios
Hace 4 días