El título habla por sí mismo. Quise ser puntual en cómo definir, tomarlo y verlo profundamente, anotando rasgos que decantan de su figura. La Real Academia Española llama abominable a “algo que desagrada profundamente”. Cae justo, de perillas dirían los españoles. El fútbol argentino es abominable, carga consigo un olor rancio, que nos hace tapar la nariz, buscar algún pañuelo, ponerle perfume y llevarlo a nuestras narices para aplacar esta sensación vomitiva, de algo que cargamos en la garganta y no podemos detener. Ese fastidio cotidiano que deviene en bronca, que se transforma en suplicio y que, al naturalizarse, al ver siempre lo mismo, da su estocada final, cual esgrimista.
Les juro que busque, indague, traté de conectar otras palabras, quizás menos fuertes, para definirlo. Abominable queda perfecta, para un cuadrito te diría. Y pienso en este Boca – Unión que vi, el San Lorenzo – Estudiantes, en fin sentarse a ver al menos tres partidos por FPT en el fin de semana. Resulta imposible, una misión titánica, cual San Martín, con o sin caballo blanco subiendo por los Andes. Algo que nadie en su sano juicio puede soportar. Boca lleva 33 partidos invicto, es el último campeón y tendrá todos los méritos del caso. Pero aburre al más pintado/a, te lleva a la somnolencia sin escalas. Digo River, B Nacional y solamente supera a sus adversarios más por las falencias ajenas que un valor propio, pese a las enormes individualidades que posee. Ninguno tiene nada nuevo para ofrecer, en eso me entra por los poros la desesperación.
Vélez y Godoy Cruz, el primero con mayor calibre técnico que el segundo, pueden ser corridos de este carrito de cartón que vemos cada fin de semana. Al menos, mantienen una intención de jugar, de decir, che y si hacemos un par de paredes, y si jugamos por abajo al menos un rato. Ojo, no digo el verso tremebundo de jugar sin arco, axioma de profetas que cargan más descensos y pedidos de quiebras que logros futbolísticos. De los otros grandes, qué decir. San Lorenzo cuenta sus miserias, Independiente cuentas sus miserias, en este caso a futuro, y lo de Racing todavía está tan verde que sería injusto estar con la barra de acero golpeando la puerta. Lanús, apenas me ilusiona su mediocampo. A Valeri lo hacen correr como un desquiciado, sin razón alguna, lo suyo está en otro lado pero tiene un talento que te imanta la vista. Quedan pocos de éstos. Pero Fritzler y Pizarro son enormes jugadores, ya pasada la etapa del proyecto y al menos te da la sensación que, verlos, pueden hacer que la vida sea menos difícil. Para algo existen los grandes jugadores. Si vos después de ver al Barcelona, no te sentís mejor con tu persona, si no pensás que todo será menos choto si se divierten así, el fútbol no sirve para nada.
El abominable fútbol argentino. Queda pintado como título de una película que se puede estrenar en todas las salas. No hace falta que te muevas de tu casa, ni que te tengas que subir a un colectivo con la SUBE en mano, ni estar chivando con diez millones de personas en un vagón de la línea E de subte. Nada de eso. Cada fin de semana, prendés la tele y lo tenés ahí. Películas de terror. Y eso que decían que los argentinos no sabíamos nada del género. Malditos.
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