Mariela abrió en
un impulso la bolsa de arpillera y puso cada cosa de Augusto. Lentamente, observó
que la habitación tenía cada vez menos resquicios de él, su presencia se había
fragmentado en partecitas, como un rompecabezas donde no se ajustan las piezas
y sintió placer, no demasiado, sólo esbozó una sonrisa por la tarea cumplida. Un
poquito más aliviada abrió la canilla, se sacó la ropa y dejó el agua correr. Necesitaba
el agua golpeándole la cabeza, una y otra vez, como para mover las ideas, que
las neuronas conecten de alguna forma. En ese torrente acuático se fundía algo,
desaparecía, se iba por la alcantarilla. Tal vez, así en círculos, miró la
alcantarilla y comprendió que esa unión que fue, se entrelazaba en ese agujero
con destino incierto. Sola, secándose el pelo se vio al espejo y no entendió el
por qué de lo que había pasado. Sucumbió la mirada y vio la bolsa tirada en el
comedor, apretada, y supo la urgencia de salir. Luego de cuatro días, cerró la
puerta, caminó el pasillo del PH, salió y volvió a ver si había cerrado bien,
salió de vuelta y estaba en la calle.
Jueves, quizás. Sol, mucho sol, mucha
claridad, respiró y sintió de repente ése olor a pan casero que la transportó a
los inviernos en Calamuchita, al frío de la mañana, al pan con mermelada
casera, a escuchas las noticias en Cadena 3, que eran muy fachos sí, pero qué
importaba. Al hogar, a la leña que se consumía. A sus primos, a la tía Emilia. Pensó
también en Augusto como metáfora, como la equivalencia a esa madera carcomida
por el fuego que deja cenizas y luego el tiempo la convierte en nada. Había
sol, cargó la bolsa y salió a caminar. Sintió con la bolsa al hombro que se
llevaba así misma, que cargaba sus 54 kilos, que era un álter ego desparramado
en pelotudeces como ositos, cartitas, jazmines secos, que eran cuatro años de
mierda con éste pibe, que a la primera de cambio se acostó con cualquiera. Salió
y se topó con Otamendi, saludó con un ademán al librero de la esquina, hizo
zigzag para esquivar a unas viejas y se plantó en una esquina. Dejó pasar a un
auto, a otro y a otro. Quieta, angustiada, apretó la bolsa con fuerza, el puño,
cual boxeador. Tenía bronca pero ya no de él ni de ella, sino bronca a la
situación, a volver a foja cero. Como escribir una historia y que se te tilde
el Word, y volver a la hoja en blanco, en ya no recordar ni cómo se iniciaba.
Estás jodida, dijo Mariela para sí. 34, el puto reloj biológico que no para de
funcionar, que está, tic, tac, tic, tac, que no se le agotan las pilas, que lo
apagás, ponés la perilla en off, que te acostás y sigue ahí transcurriendo. Todo
eso pensó en la esquina, tres minutos, indecisa hacia dónde ir. No podía volver
a su casa, tenía que aguantar, un rato, liberar la vista y deshacerse de la
bolsa, que parecía que la miraba, imperturbable. Se la tenía que sacar de
encima, primera condición. Cruzó la calle, puso los auriculares en los oídos y
sonó Beck, una canción que subió al mp3 que siempre la salteaba, si ni sabía
quiénes eran, la melodía no le gustó pero siguió. Caminó, caminó, mirando a la
gente, tratando de hurgar qué se les podía pasar por la cabeza, pensando si
ellos harían lo mismo con ella, si se les cruzarían razonamientos extraños,
anormales al verla. Vio colegialas, hombres de traje, mujeres en las ventanas
de un gimnasio, como haciéndose ver, como haciéndolo tan consciente que el
mundo sepa que ellas no se van a rendir, vio etiquetas, todo tan etiquetado y ella
también formando parte de este circo, la etiqueta de la chica sufrida por un
desamor, por otro hijo de puta que se le cruzó en su vida. Siguió, vio el
parque Rivadavia, la estatua de Bolívar, los bancos verdes, siguió, siguió
dando vueltas hasta que se sentó en un banco. Se desplomó en lo verdad, agitó
la bolsa gris, quiso abrirla pero fue un impulso, la cerró con fuerza y la dejó
en el suelo, debajo del banco. Y se fue, prometiéndose no volver durante un
buen tiempo, creyendo que así, al libre albedrío de cualquiera, ésos objetos
contengan otros sentimientos, sensibilidades, que tengan un significado
distinto.
1 comentarios:
que buen blog te felicito por tus entradas.
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