Historias de Juegos: Jesse Owens

1931. Un año antes del nombramiento de Adolf Hitler como Canciller de Alemania se seleccionaba a Berlín como sede de los Juegos Olímpicos de 1936. Con el transcurso del tiempo, hubo un primer avance de boicot a la cita olímpica por parte del equipo de los Estados Unidos, aunque finalmente todo quedó en la nada. Solamente España no participó, ya que en ese momento se encontraba inmerso dentro de la Guerra Civil. Posteriormente, Hitler aprovechó el deporte (como tantos otros genocidas) para demostrarle al mundo la eficiencia del nazismo y encargó un elaborado programa propagandístico nada más y nada menos que a su mano derecha, el ministro Joseph Goebbels.

Consumada la idea de utilizar estos juegos para demostrar la superioridad racial aria, resultó muy elocuente que el personaje de los mismos haya sido un afroamericano, llamado James Cleveland "Jesse" Owens, hijo de un agricultor y nieto de esclavos, quien ganó en las pruebas de 100m, 200m, 4x100m y salto largo. Jesse fue aclamado por 110.000 personas en el Estadio Olímpico de Berlín y más tarde, muchos alemanes le pedían autógrafos cuando lo veían por la calle. A partir de lo ocurrido se barajaron miles de mitos sobre si realmente Hitler rehusó dar la mano en modo de felicitación a Owens, no obstante Hitler sólo felicitó personalmente a los dos primeros ganadores de los juegos (saltándose el protocolo puesto que no debía felicitar en persona a nadie).

Durante su estancia en Alemania, estaba excluido de la ciudadanía bajo la Ley de Ciudadanía del Reich. Sin embargo, se le permitió viajar y hospedarse en los mismo hoteles que a los blancos, lo cual en ese momento no dejaba de ser una ironía, ya que los afroamericanos en los EE.UU. no tenían igualdad de derechos.

Owens, en su autobiografía (The Jesse Owens Story, 1970), admite que recibió una felicitación oficial por escrito del gobierno alemán y que sin embargo el presidente estadounidense Franklin Roosevelt no invitó al atleta a las celebraciones en la sede de gobierno. Recordemos que en esa época, Roosevelt se encontraba en campaña de reelección y temía las reacciones de los estados del Sur (notoriamente segregacionistas) en caso de rendirle un merecidísimo homenaje a Owens. No pudo ser profeta en su tierra. Paradojas que tiene la vida...

Jesse Owens, antes de morir en 1980 por un cáncer de pulmón, fue premiado con numerosos galardones como la Medalla de Oro del Congreso y la Medalla Presidencial de la Libertad. Seguramente un reconocimiento que llegó de forma tardía, aunque el mito ya estaba constituido mucho tiempo atrás.

La importancia de Owens reside básicamente en que a través de su hazaña, hay un antes y un después en el deporte olímpico. Un ejemplo a la valentía, esfuerzo y las ganas de ser el mejor en un contexto crudo e intolerante por su condición racial. Poco le importó Hitler y ese cúmulo de asesinos. Él quería ser el mejor. Y vaya si lo fue...

Fuente: Wikipedia