Última parada: Alemania

¿Cómo no va a doler? La ilusión rota, pisada, hecha añicos. Los sueños de un lado, la realidad por otra golpeando la puerta y diciendo aquí estoy, siempre ella tan campante. Un sueño finalizado, cortado abruptamente. No queríamos que fuese así, ese modo estridente, con demasiados golpes al hígado. Quizás nos autoengañamos, todo se había convertido en un gran espejismo, quizás el golpe de hoy nos sirva como lección para aprender de los innumerables inconvenientes que vivió este proceso que tuvo al mando a Alfio Basile y en su recta final a Diego Maradona. Eso sería pensar en positivo. A mí no me alcanza. Sin embargo, nada teórico servirá para minimizar un profundo sentir, son heridas, frustraciones que el tiempo, viejo y sabio, sabrá cicatrizar.

Fueron esos partidos malparidos, desde el arranque la mano vino cambiada. Todos, sí todos, los rebotes tenían destinatario alemán, el aire se respiraba en contra, como que estábamos jodidos. Y lo estuvimos. Justo en los partidos definitorios, justo en estas instancias donde la suerte se convierte en un futbolista más. No salió. Hablaremos que Maradona, que los cambios, que la táctica, que Otamendi, que Messi, que esto, que lo otro. No hay vuelta atrás. Perdimos bien y a llorar a la iglesia. Volver con la cabeza baja, tragar saliva y pensar en el futuro, en la reconstrucción de una selección que nos identifique a todos y todas.

Por hoy no hay más que decir. Mañana será otro día.