De mis viejos siempre aprendí algo insustituible, algo que no encontrás en un manual, libro ni nada por el estilo. Comprendí la importancia de ponerse en el lugar del otro, cómo tus propias acciones pueden repercutir en el prójimo. En esa situación de traslado, uno entiende el dolor del hincha, el genuino, el tipo que trabaja, estudia y ve en River un motor fundamental en su propia vida, un amor que no se corrompe ante ningún interés de por medio. El descenso, mojón en la historia de este club que es demasiado grande, demasiado, algo que jamás entendieron sus dirigentes, los cuales fueron votados por los socios, vale aclarar, marca el quiebre, la refundación en todas sus esferas. Se pisó fondo, se llegó hasta este límite desconocido.
La imagen del final habla por sí misma, futbolistas, jóvenes, llorando, mirándose extrañados, sin responsabilidad del desguace comandado por José María Aguilar, Mario Israel y su Comisión Directiva, un barco a la deriva que Passarella no supo enderezar, con decisiones también equivocadas, como futbolistas que no rindieron (Rojas, Canales, JM Díaz, Bordagaray, Caruso, Arano) y técnicos no acorde a la situación como Ángel Cappa y Juan José López. JJ desbarrancó, desde aquella derrota ante All Boys perdió el rumbo. Y la obstinación no trae éxitos, está comprobado. Passarella prefirió confiar que ese fantasma llamado descenso no golpearía la puerta. Que una solución mágica, reordenaría todo. No hubo caso. Esto no debe significar la salida de Passarella, el mandato de los socios deberá cumplirse, una culminación en otro gobierno generaría mayor caos, no me caben dudas.
Desde hoy, a las cinco de la tarde, River deberá revalidar su grandeza. Desde el plano dirigencial comprender que la B Nacional es un torneo con características particulares, el cual merece profesionales que sepan desmenuzar cada paso en este certamen. No repetir el ejemplo de Central, que pena en una categoría que le es disímil a su historia y pensó que la A era lo mismo que la B. Error. Sí, el dolor está demasiado presente para hablar del futuro. Sin embargo, el dirigente debe enfriar el corazón y repensar qué se hizo mal y entender que esta institución, bisagra en la sociedad argentina merece otro lugar y actuar en consecuencia. Basta de caprichos e ineptitud.
Le hago caso a los viejos. Me pongo en el lugar del hincha, que llora en silencio, que no encuentra respuestas, que observa todo oscuro. A ellos, el acompañamiento. De ellos, también dependerá el futuro. En River hay jóvenes con mucho futuro que ligaron un presente desafortunado, producto de otros que siguen en la impunidad, en otros países, como si fuese un premio. Cirigliano, Lamela, Pereyra, Affranchino, Lanzini, Funes Mori, González Pirez, el futuro está, el que quiere a River deberá apoyar y confiar en ellos, que son los únicos que permanecerán y quieren una revancha en su vida profesional. Una revancha que será para todos.
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