
Representa un desafío significativo para el técnico más ganador de la historia de River. Es, y más allá de que demostró en su anterior paso por Boedo la sapiencia requerida que tanto le habían denostado, otra exigencia en el crecimiento profesional de este entrenador, tras un mal paso en el particular fútbol de México. Como un artesano, puliendo pieza por pieza, el riojano consolidó el equipo como debe ser. De atrás hacia adelante. Confianza a Tula, denostado por anteriores técnicos que pasaron por San Lorenzo, Bottinelli y al juvenil Meza, ya afianzado en el once titular. Los laterales (Rivero por derecha, Placente, Aureliano o Benítez por izquierda), a veces volantes, a veces línea de 5, junto al Chaco Torres y Guille Pereyra constituyen un bloque sólido, consolidado, donde la presión se ejercita en grupo y suceden reiteradamente los relevos. Compromiso al 100%.
Arriba, simple. Romagnoli, con su rodilla maltrecha y estando a un 40% del nivel físico y futbolístico que supo tener le alcanza para darle el brillo justo, ahí en el límite, de construcción de fútbol, ayudado en parte por Juan Carlos Menseguez, lagunero, eso sí, pero con chispazos de enorme calidad que hacen recordar a ese joven que deslumbró en el fútbol alemán. La referencia de área, Sebastián Balsas, hosco en algunos movimientos pero con un físico que amedrenta (1.97mts) y por lógica excelente capacidad aérea ya pegó dos gritos en el campeonato y acumula puntos en la consideración del hincha. Ramón lo pidió, tras el affaire Pavone, y el uruguayo le está dando la razón.
Ramón, intuitivo como siempre, demandó desde la pretemporada por otro arquero para competir con Migliore (hepatitis, dos meses afuera) y la realidad otra vez le dio la razón. Albil, salvo la última jugada del partido ante Boca, ha demostrado también estar acorde a la situación. Falta mucho, el torneo recién empieza y todo puede darse vuelta en este loco fútbol argentino, lo que sí es para resaltar el orden futbolístico que le imprimió desde su llegada a este equipo, que supo dar pautas de incorrección continua en los procesos de Russo y Simeone. Sin gestos ampulosos, trabajando con ahínco y detenidamente en la semana, San Lorenzo parece revivir viejos buenos tiempos. Ramón tiene mucho que ver.
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