Passarella, visiblemente ofuscado y contrariado por el cómo se perdió ante Boca y el desempeño del árbitro cargó sobre Grondona, dejando al club que preside al borde de la ruptura con AFA. El tema de
La excepción llamaba a la sospecha. Passarella, quien no presenciaba reuniones del Comité Ejecutivo desde diciembre, dijo presente y no se calló nada. No sólo Grondona. Hubo otros que también ligaron. Juan Carlos Crespi, vicepresidente de Boca, al requerirle mayor presencia en las reuniones de Comité, fue cortado en seco. “Vos no existís. Yo jugué 30 años al fútbol y ustedes ni siquiera se pusieron un pantalón corto, así que no me vengan a hablar”. Lapidario. No obstante, a modo de crítica no habrá que naturalizar el concepto de que para hablar o decidir sobre fútbol hay que haber pisado inexorablemente una cancha de manera profesional. Esa mirada coercitiva para aquél que no cumpla los parámetros propuestos tampoco otorga la pluralidad que un dirigente de máximo nivel en un club con tantas funciones sociales como River debe desarrollar. Al totalitarismo no se lo ataca con la misma medicina.
Del otro lado tampoco se quedaron quietos. La representación de Quilmes, le recordó su silencio cuando Ortega en 2007, tras una severa falla arbitral, metió un gol con la mano en el estadio del Cervecero, que luego descendería. Otros, como Germán Lerche de Colón también le exigió al campeón mundial en 1978 que participara más de las reuniones dirigenciales y que conozca en mayor profundidad los temas administrativos de
Passarella, en declaraciones a Clarín, manifestó su deseo de “defender al hincha porque se sintió robado. Lo del domingo fue vergonzoso”. Se abrió un frente de tormenta en
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