
Chile se confió al principio. Subestimó a un adversario, limitado y con algunas falencias graves en la defensa, con tinte inocente. Lo desarrolló con tranquilidad sin volcar peligro de hecho en el arco defendido por Michel. El gol de México, a través de Araujo, con cierta complicidad del arquero Bravo sirvió de despertador al país trasandino, que salió en el segundo tiempo con mayor decisión. El circuito ofensivo entre Matías Fernández, Alexis Sánchez, Humberto Suazo y algunas apariciones de Jean Beausejour se aceitó de mejor forma y Chile tuvo otra cara. Pienso en Matías Fernández, un futbolista con la técnica de un profesional de elite que sufre en demasía las intermitencias de su juego, su abstracción en ciertos momentos. Por su parte, Alexis, el niño mimado del mercado europeo lideró los avances chilenos a paso de gambeta u velocidad, ésta última una aptitud excelente, donde te saca cuerpos de distancia en pocos metros.
De México, un combinado juvenil chato técnicamente, la libretita de aguantar a cómo dé lugar. Lo de Giovanni Dos Santos, con poco, fue la mejor carta de presentación. El 0-1 reavivó el carácter de un equipo que desplegó una mayor presión iniciada desde el arco contrario. Mucho de esto tuvo que ver el ingreso de Paredes, que oxigenó y supo colocarse siempre como hombre libre. Marcó con la punta de su botín el empate transitorio y luego Arturo Vidal, de cabeza, dio vuelta el resultado.
Es un buen primer paso. Reacomodarse tras empezar en desventaja, encontrar respuestas en el banco de suplentes y el certificado de que hay un muy buen material, una idea convincente que excede al técnico de turno. En San Juan, local Chile con casi 10.000 hinchas, se estrenó de forma óptima y puso en la mesa algunos lineamientos de fútbol que los otros candidatos no brindaron en esta primera jornada de la Copa América.
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