Todos los caminos desembocan en Alejandro Sabella. "El" hombre seleccionado por Carlos Bilardo, con función polifuncional en los pasillos de AFA, para dirigir los destinos de Argentina de cara a Brasil 2014. El nombre de Carlos Bianchi, elegido por la mayoría, demostrado en encuestas y un sentir popular que se palpa en la calle, chocó contra la intrasigencia de Julio Grondona, enemistado por razones que uno no conoce en plenitud con el entrenador multicampeón en Vélez y Boca. Pasan los años y el resultado da igual: Bianchi, mientras esté Grondona, es palabra prohibida en Viamonte. El único perjudicado: la selección. Bien, volvamos a Sabella. Recorremos su carrera, observamos su trabajo al lado de Daniel Passarella, tanto en River, la selección argentina, uruguaya, Parma (pocos partidos) y Monterrey.
El proseguir de su carrera individual, desligado del Kaiser, ya es contemporáneo. Estudiantes campeón de América en 2009 y el Torneo Apertura 2010. Un equipo que, con distintas modificaciones de apellidos, mantuvo un lineamiento táctico coherente, de trabajo eficaz en pelotas detenidas, sólidez defensiva y verticalidad como motor de búsqueda de espacios libres en el rival. Además, se destaca la prestancia de Sabella para la conformación de grupos dentro del vestuario, sin contar con un alto perfil mediático ni mucho menos. En Estudiantes, salvo el affaire Calderón, el cual nunca quedó claro y salpicó tanto a Verón como a él, todos han hablado loas del manejo de Pachorra como líder. Su nueva función, compleja en un vestuario que ya supo comerse a varios técnicos, deberá reiniciar un proceso de búsqueda de valores y sostenerlos en el mediano plazo. Abrir el mapa, definir a qué se quiere jugar y luego indagar sobre qué intérpretes encajarán de modo óptimo en la idea preestablecida. No al revés de como se vino ejecutando. Primero, el molde. Luego, futbolistas aptos en el mismo.
Grondona, Bilardo, Humbertito Grondona, la Comisión de Selecciones, muchas manos en un solo plato. Sabella sabe en que lugar se mete, los pro y contras de ponerse el buzo argentino. Tendrá que ceder en varios aspectos, esperemos por su bien y por el del combinado nacional, que no pierda sus principios, que mire con retrospectiva las fallas severas que han ocurrido en estos últimos 5 años, un lustro infame en la vida de la selección, para dar un giro brusco que, hoy más que nunca, se requiere, se pide a gritos.
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