
Esta composición exitosa también tiene su responsabilidad en el técnico novato Ton Thibodeau. No es fácil poner en orden un vestuario con egos, envidias, ambiciones. Compenetrar a cada actor en el papel que le toca, mantener la muñeca para tomar decisiones álgidas y que todos tiren del mismo carro. Que si falla alguno, el otro esté al ciento por ciento. Claro, el entrenador comprende la preponderancia de Rose, quien ha respondido a las ilusiones depositadas en él. Un progreso en aumento, aclimatado el roce de la Liga, otorgan argumentos para entender este brillante momento.
No tengo dudas que lo mejor de Rose está por venir. Gran manejo del balón, sustentado en una electricidad en el juego donde arriesga, arriesga y arriesga. Hay que valorar a estos jugadores. La penetración como idioma, una mejor producción desde los lanzamientos e inteligencia organizativa desde la base. Las críticas, a veces justas y otras no tanto, remarcaban la flaqueza de su defensa. Esta temporada ha mejorado ostensiblemente en este aspecto. Otro casillero completo. Rose es futuro ya. Lo es y lo será.
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