
Tomé la frase de un nefasto presidente argentino durante la década del noventa, al cual por obvias razones no lo voy a nombrar. Expresó esa oración cuando en el año 1993 se cayó con un helicóptero y pudo salvar su vida. Lo de Guillermo, rescatando las enormes distancias con lo que expresé al arranque, tiene algo en común. Uno de los ídolos más importantes de la historia xeneixe se cansó de no jugar. Simplemente eso. Pasaron Alfio Basile -con 5 títulos al hilo-; Ricardo La Volpe y Miguel Ángel Russo, tiempos en que jamás pudo asentarse en el once titular, debido a que la presencia de Rodrigo Palacio en su posición hizo imposible que compitiera de igual a igual. Guille ya no es áquel que hacía resbalar a defensores y que no encontraban la forma de pararlo. El tiempo nos pasó a todos. Pero no se puede dejar de lado a la memoria. Todos los títulos, el carisma, despliegue y el talento de Guillermo serán una imagen insoslayable en la retina de todos los hinchas de Boca. Tomó una decisión particular: ir a jugar a la MLS, no debe lo soñado para alguien que siempre estuvo bajo presión extrema y que además pudo desenvolverse de la mejor manera. No todos pueden hacerlo, sólo unos pocos. Según mi visión se tendría que haber ido antes de Boca, dejando una imagen intacta, siendo campeón y titular. Tal vez se equivocó. Tal vez no. A esta altura y con ese amor mutuo que se profesan la hinchada y Guille, todo se transforma en detalle.
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