Creer que referirse en los medios de comunicación a ciertos favores económicos que ocurren en los clubes, de vínculos poco claros entre representantes, futbolistas y entrenadores no da la pauta que se hable con argumentos fehacientes de situaciones ya vividas anteriormente (recordar la denuncia de Adrián Paenza a Ramón Díaz, cuando era técnico de River, que terminó con las disculpas públicas del periodista). Hoy las novedades aparecen con la declaración de un futbolista colombiano, de apellido Villegas, quien acusó al renunciante entrenador de Tigre, Ricardo Caruso Lombardi, de pedirle dinero, a través de su representante, para que tenga mayores posibilidades de entrar en el primer equipo. Una acusación ya repetida verbalmente por otro protagonista como Omar Asad en el recordado choque dialéctivo que mantuvieron en un Godoy Cruz - Tigre. Luego el Turco reculó y admitió desconocer lo que expresaba tan vehemente. ¿Resultó creíble?
Si el jugador tiene las pruebas concretas de lo que dijo debe presentarlas en la Justicia y que la misma se ponga en disposición para determinar la culpabilidad o no del Caruso Lombardi. Porque sino, y agravado con lo sucedido con Asad meses atrás, se mancha con una total displicencia a un trabajador, con más de veinte años en el fútbol. Estas denuncias son graves, no son joda. Hablamos de corrupción, de dinero sucio, de quitarle a alguien la plata que junta laburando toda la semana, en este caso como futbolista. Coerción en su máxima expresión ya que afecta el normal desenvolvimiento de la faz profesional.
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