En estas circunstancias, desmenuzándolas encontramos un resultado simple: la intolerancia como respuesta. El preconcepto como única herramienta de relacionarnos con el exterior. Cuando hablamos de pluralidad, muchas veces en este blog, no nos referimos al rasgueo de la guitarra multitudinario para hacernos creer (falsamente) que gozamos de un espíritu democrático indestructible sino básicamente de respetar al otro, con sus mambos, sus diferencias. Y superada esta etapa, el propósito de construir, indistintamente de lo que somos. Resuena idealista, lo sé.
DIferenciándonos de lo político, el ambito social nos brinda otro tipo de conclusiones. Pero todo tiene que ver con todo, vio. Estereotipos físicos fortalecidos por el papel de los medios de comunicación, los cuales generan mecanismos discursivos proclives a la marginación de aquellos que no cumplen las condiciones que ellos mismos disponen. Si no tenés el culo de Jésica Cirio no existís. Sos menos. O peor, no sos. Basta con entrar a cualquier negocio de ropa femenina adolescente para dictaminar con ojos propios que a una población elevada de chicas jamás le entraría esas prendas. Esto genera frustración, un revés emocional sensible en una edad compleja. Implica, explícitamente e implícitamente una forma de discriminación.
Abordamos una problemática engorrosa que no se resuelve por arte de magia. Ni mucho menos en una entrada de blog. Hay una gran carga catártica en lo expresado, lo admito. Apenas menciono, con los múltiples errores que uno carga en su mochilita, una realidad a la cual no podemos ser ajenos. Si sirve al menos para pensar (o aguantaste la lectura hasta el final), el objetivo del post está cumplido.
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