Cuesta hasta escribirlo. Una voracidad que, salvo raras ocasionales como ésta, que fluyen masivamente a la opinión pública, se maneja con total discrecionalidad en el ambiente del ascenso, amén de la falta de colaboración hacia esta clase de asuntos que reciben los dirigentes desde la calle Viamonte. Sí, todo pasa...
La saña con la que se llevan a cabo este tipo de acciones dan cuenta de una realidad que, más allá de múltiples discursos y del cassette como forma de explayarse ante las requisitorias periodísticas, altera cotidianamente la búsqueda de un fútbol argentino que se aferre a parámetros básicos de convivencia.
La pérdida de categoría, dolorosa bajo cualquier punto de vista para una persona seguidora de "su" club: ¿amerita gatillarle en la cabeza a un futbolista? La respuesta es simple: éstas no son personas con amor genuino al club, son delincuentes de turno que servirán para lo que aparezca y lo que sea más retribuible en materia de plata. Igual, la impunidad se mantiene ahí, expectante y con la imperiosa necesidad de aparecer. Y decir presente.
La presencia de códigos en el fútbol pertenece al placard del pasado, al sitio donde buscaremos aquellos elementos que ya no utilizamos, que no nos pertenecen más como sociedad. El tema a considerar reside en que, con el transcurso del tiempo, los límites se extienden a pasos agigantados. Que lo que antes era una apretada, se transformó con la presencia de armas, que con la inclusión de éstas se llega a la acción de gatillarle en la cabeza a un jugador. Lo peor es que irán por más. La historia, sabia y consecuente, lo demuestra.
3 comentarios:
es una desgracia total, junto con que la campaña fue penosa, los vienen a apretar, ese es uno de los grandes males de nuestro futbol y nuestra sociedad.
saludos
Gente que está mal de la cabeza y confunden amor con violencia.
Estos son delincuentes, qué otra explicación queda, ahora la indumentaria la hacen $$$ para sumar en su viaje a Sudáfrica. Mamita...
Publicar un comentario