Revolvemos, buscamos, sacamos la lupa, intentamos nuevas formas. No resulta nada sencillo informarse en la Argentina. No hablo precisamente del acceso a las herramientas comunicativas, asunto de debate en varias provincias, con aroma a feudalismo y voces monopólicas. En busca de desterrar estas prácticas, deseamos fervientemente la puesta en marcha, sin ningún tipo de restricciones, de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual, una norma votada en democracia y que se sigue estacando en despachos judiciales. Ay, medidas cautelares… La pugna de intereses empresariales decanta en que cada diario, radio o canal de televisión propone un panfleto de sus propios intereses y desea utilizar con ansias la teoría de la aguja hipodérmica, aquella que narraba los efectos de los medios de comunicación de masas sobre la opinión pública, donde el sujeto se encuentra en condiciones de aislamiento y en el que a partir de la transmisión de los mensajes, recibe de forma pasiva y acrítica toda esa información inyectada por los medios. ¿Cómo hacemos para purificar el material que nos llega, profundizar el sentido crítico, saber quién dice qué, analogía de lo que narraba Marshall McLuhan con “el medio es el mensaje?
Y ahí andamos, medio a los tumbos, tratando de batir el cúmulo de cifras, datos, fuentes, todo juntito y que de esa mezcla salgo algo productivo, fructífero. Cuesta, lógico, a veces las neuronas producto de rutinas hacen mella en la faz intelectual. Pero hay que hacer el esfuerzo, redoblar la apuesta. Pensemos en un ejemplo simple, diario, como el de preparar una ensalada. Con las noticias es similar. En vez de lechuga, tomate, zanahoria y lo que cualquier servidor guste, hay que profundizar las propias voces dentro de uno.
Sí, un poco de Clarín, algo de La Nación, leer editoriales en Página 12, animarse, sin miedo muchachos, a comprar Tiempo Argentino, a indagar blogs K y visitar Perfil.com, escuchar Mitre pero a su vez darse un tiempito para poner La Tribu, mirar especiales de Encuentro y a su vez algo de Canal 13, colgarse con una entrevista a Jorge Asís, no sé, ante todo ampliar el mapa conceptual.
Lógicamente todos cargamos con nuestra ideología, la cual podrá enriquecerse o no, modificarse o no, a lo largo de nuestra vida. Quién sabe que nos deparará el futuro. Lo esencial en estos tiempos –maravillosos, hay que decirlo- donde se discute el rol de la prensa sin tapujos, es no darle el gusto a aquellos que buscan la antinomia por naturaleza, que nos desean mostrar la realidad desde una única esfera irremplazable. El periodismo no es un clásico de fútbol. No le demos el gusto, abramos el bocho, usemos la razón diría Hegel, que en ella encontraremos lo divino.
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1 comentarios:
"El periodismo no es un clásico de fútbol".
Estoy retomando la blogasidad (?) y me metí a pispear un poco de todo lo que me perdí.
¡Genial!
Saludo, che.
PD: Ensalada de ravioles es la que va.
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