La vida sin Boca ni River. ¿Cómo se hace?

Con toda la parafernalia que existe detrás de cada clásico, con embolantes programas que te analizan hasta cada saque lateral (y obvian cosas importantes) y notas a ex jugadores donde siempre le preguntan lo mismo a todos. Sí, a todos, nadie se salva. A mi gusto particular me doy cuenta que es un partido que sencillamente no me gusta. Juegan los dos gigantes de este país, con su poder a cuestas, y bajo el paragua que tienen domingo a domingo (y no me refiero justamente al de Passarella). Se da la casualidad que dos veces al año se enfrentan, y ahí no existe favoritismo ni de los árbitros ni de la prensa. Y si a esto le sumamos la presencia de extranjeros que vienen de cualquier parte del mundo para observar un espectáculo que hay que ver sí o sí antes de morirse (un ranking avala lo que planteo), todo se transforma en un conglomerado difícil de tragar, al cual respeto, pero desde mis entrañas de hincha de fútbol convencional realmente no debo ni quiero aceptar. Tal vez mi postura vaya a contramano de lo que piensa la gente, de todo lo bueno que produce un Boca vs River y de un sentimiento que no se ve en ningún otro lado. Lo que no entiendo de qué sentimiento me hablan si a la parcialidad visitante sólo le dieron 2800 entradas. Ya ni queda ese ida y vuelta que existía entre las hinchadas y que le daba pimienta a los superclásicos. Ahora nos enfocamos a ver si entró a la tribuna Alan o Adrián, o si va a haber lucha para tomar el control de La Doce. Además observo en todos los medios de comunicación de qué manera entraron los hinchas de River a la tercera bandeja. Decir que eran como ganado, es faltarle el respeto a la pobre vaca u oveja. Lisa y llanamente. Eso vende. Que sigan con su mundo bipolar. Yo me bajo acá.