domingo, 3 de junio de 2007

Entender lo inentendible

La final de Primera B, que debía haber catapultado ayer a un equipo a la Primera B Nacional, se frustró con una escandalosa suspensión, a raíz de la caída de un artefacto explosivo que conmocionó al arquero de Estudiantes de Caseros, Walter "Cubito" Cáceres, al punto de obligar a su internación en un hospital, y dio paso luego a una impresionante batalla campal interna entre hinchas de Almirante Brown que ocasionó heridas a por lo menos cuatro personas. A la gravedad de los hechos de violencia dentro del estadio se agregaron las declaraciones de dirigentes y cuerpo técnico de Estudiantes, que denunciaron previa agresión y robo de pertenencias al micro que trasportaba a sus jugadores, presuntamente conducidos por error por la Policía hacia un ingreso por el que debían entrar los hinchas rivales. El hecho más grave se produjo cuando se jugaban 13 minutos del primer tiempo al caer un artefacto explosivo en el área chica defendida por Cáceres, quien de inmediato cayó conomocionado y poco después debió ser trasladado inconsciente y con vómitos a los vestuarios y poco más tarde al Hospital Fiorito.

El DT de Almirante Brown, Blas Giunta, hizo una inexplicable justificación de la barbarie. "Son circunstancias que pueden pasar dentro de un partido de fútbol", dijo y sostuvo que si se le pregunta a cualquier jugador "de 50 partidos que juegan en 10 o 15 le tiraron esas bombas o esos cohetes atrás del arco". Además, Giunta señaló que "no fue una bomba" e irónicamente dijo que "no estamos en Camboya". "Una bomba es como una pelota", explicó el entrenador y agregó que lo que cayó en el campo de juego "fue en realidad un petardo".

En este marco, el técnico también puso en duda la actitud del arquero Cáceres al insinuar que podría haber fingido o exagerado la situación para sacar ventaja de ella aunque aclaró que "confío en el jugador". Giunta también criticó el operativo policial. "La policía no es capaz para controlar estas cosas", sostuvo y se preguntó: "Qué estamos esperando, que maten a un jugador, si vos los dejas entrar con pirotecnia después hacete cargo". Lo curioso es que la caída del artefacto desde la parcialidad de Almirante Brown se produjo en un momento muy propicio para su equipo: con el marcador igualado 0-0 (igual que en la primera final), el árbitro Diego Abal había sancionado un tiro penal a su favor y enseguida había expulsado a Luciano Mazzina, de Estudiantes, por protestar.
La suspensión, que le acarreará a Almirante Brown una previsible sanción en lo deportivo, desencadenó una impresionante trifulca interna entre su hinchada, dividida en dos fracciones antagónicas que habían hecho recientemente las paces sólo para acompañar las instancias finales del torneo. Así, se produjo el lanzamiento de todo tipo de proyectiles entre los hinchas, ubicados en las dos bandejas. Desde la alta se arrojaron elementos de todo tamaño, desde piedras hasta parte de puestos de venta hacia la inferior, en la que se formó un impresionante claro entre los hinchas, donde caía la mayor parte de esos elementos.
Como consecuencia de ese enfrentamiento, por lo menos cuatro personas resultaron con heridas y fueron trasportadas, visiblemente ensangrentadas, según pudieron constatar los periodistas apostados en la conmocionada zona de vestuarios.

Es de notorio conocimiento que Blas Giunta no es un canto a la inteligencia, ni mucho menos, pero estas declaraciones lamentables que realizó marcan lo que piensan muchos protagonistas de nuestro fútbol de la violencia. El seguir haciendo el show, a pesar de que corra serio riesgo la vida de los propios protagonistas. Giunta es una persona adulta y no puede ni debe declarar como si no conociera el ambiente, y marcando la diferencia entre un petardo o una bomba. ¿Acaso importa? Walter Cáceres sufrió un traumatismo severo en la zona auditiva y todavía no se pueden determinar con claridad las consecuencias de la inentendible agresión. Cáceres simplemente estaba trabajando. ¿Se entiende? De mi parte, ya me cansé de expresarme en contra de la violencia, hablando de educación, de igualdad social, de tantas cosas. Pero tirar un puesto de Coca Cola de la segunda bandeja hacia la primera, supone un grado de criminalidad que requiere justicia. Es de poco hombre, para no marcar ciertos adjetivos que podrían perturbar a algunos. Se pone en peligro la vida de miles simpatizantes que sólo quieren ver al club de sus amores. ¿Qué culpa tienen que la barra de Brown esté dividida en dos fracciones de delincuentes? ¿Con qué razón ponen en riesgo su vida? Si no entendemos que el fútbol está herido de muerte por culpa de estos delincuentes no vamos a llegar a nada. La indiferencia será mortal.

1 comentarios:

bonito lunch dijo...

aunque al boludo de grondona no le guste que los partidos se ganen en un escritorio,bron tendría que perder el partido.

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