
Un equipo sin alma. Esa es la sensación que dejó plasmada en el campo de juego este Independiente, carente de ideas y por sobre todo de identidad, que se alejó definitivamente de la lucha del campeonato tras perder esta con Huracán por 1 a 0 con gol de Leandro Díaz y que desencadenó en la renuncia de Claudio Borghi al mando del primer equipo.
Razones para comprender este momento sobran, como sobran los interrogantes en la calidad de refuerzos que trajo Independiente para esta temporada. Gandín, Centurió, Ríos, Higuaín y la ausencia de Ángel Puertas y Leandro Depetris, quienes por diferentes lesiones no pudieron acoplarse del modo adecuado al plantel. Tal vez otra causa interesante significa la falta de una pretemporada adecuada, ya que por la gira de EEUU los trabajos de rehabilitación física no se pudieron ejercer en tiempo y forma, cuestión que en estos momentos se observa en la cancha, en donde el Rojo no puede exponer una supremacía física sobre cualquier rival.
Borghi tiene una notoria responsabilidad en este difícil momento de Independiente. A pesar de sus cuantiosos pergaminos logrados en Chile, desde el arranque se vislumbró que la aclimatación a un fútbol tan exigente como el argentino le costó más de lo que se esperaba. Los futbolistas no comprendieron su mensaje; los esquemas variarios indefectiblemente partido tras partido y por sobre todo el hincha jamás pudo disfrutar ni de una ráfaga de fútbol por parte de su equipo.
Ojo, los dirigentes también son culpables porque no se comprende algunas incorporaciones que se hicieron durante la gestión Comparada (desde Sergio Manoel, pasando por José Moreno hasta llegar a las erradas apuestas por Pablo Vitti y Damián Luna), las cuales no le dieron el salto de calidad que tanto espera un grande como Independiente.
La solución ahora será recurrir nuevamente (y van...) a Pepé Santoro, una gloria del club que siempre se puso el traje de bombero para sofocar los incendios que fueron apareciendo por Avellaneda en todos estos años. Pepé cuenta con el aval de la gente para sortear esta realidad para nada auspiciosa. Las demás patas deberán comprender que está en juego el prestigio de un grande, ese que ya no puede tolerar momentos como éstos.
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