martes, 28 de septiembre de 2010

Una mirada de "Si me querés, quereme transa" de Cristian Alarcón

Ayer lo terminé de leer. Fugaz, rápido, apenas le di un respiro la semana pasada por las benditas obligaciones que cuenta la rutina diaria. Pero anoche, ya cuando la voz de Alejandro Dolina llegaba al final en su programa de radio y la madrugada se mostraba en su esplendor, corrí la hoja final. “Si me querés, quereme transa” es el último libro de Cristian Alarcón. Me duró diez días. Lo recomiendo. A Alarcón lo conocí, primero por sus escritos en “Cuando me muera quiero que me toquen cumbia”, una crónica lúcida, desfachatada, voraz acerca de la historia del Frente, uno caso paradigmático de los pibes chorros del conurbano bonaerense, un libro pequeñito que te lleva a leerlo sin pausa. Lo empecé un viernes. Lo terminé al día siguiente.

Luego encontrarlo personalmente en una charla que dio en la facultad donde curso, justo en nuestra aula, siendo apenas un puñado de personas que lo pudimos disfrutar. Cómo llovía ese jueves. Empapado, con frío, llegué a mi casa con la satisfacción sonante de haber escuchado por parte de él una claridad única, perceptible, un decálogo de cómo escribir crónicas. Me quemó la cabeza, literalmente. De saber valorar y comprometerse con la historia que se relata. Alarcón no abarca temas sencillos. En “Cuando me muera” se refirió al submundo villero, del afano y lo que conlleva entre los pibes chorros un mito muerto como lo era el Frente. Ahora se sumergió en las arenas del narcotráfico y su vinculación con varios jefes en Argentina, muchos provenientes del Perú y relacionados con el grupo Sendero Luminoso. Estructura, conformación de poder, vinculación con el poder policial y judicial, rituales religiosos, cómo iniciaron el negocio los grandes capos de la droga y el pasado de cada uno.

Alarcón no tiene la necesidad de escribir difícil, ni ser demasiado grandilocuente en lo que lleva a cabo que, sin embargo, resulta útil, con agallas periodísticas pero sin manipular el golpe bajo como forma discursiva. En casi las trescientas páginas de “Si me querés, quereme transa” se desglosa una investigación seria, compleja, de riesgo por parte del autor, experimentado en este tipo de acciones pero que ahonda una problemática pocas veces descripta de esta forma.

El inicio puede resultar confuso. Demasiados nombres, apellidos, historias mezcladas, demasiada carga de contenidos. Al principio me desilusioné, debo aclararlo. Pensé que si seguía sumando personajes ya no podría contener la vigorosidad de la lectura. Que me iba a cansar. Falsa presunción. Con el devenir de las hojas se va desmenuzando cada parte de la historia. Allí hay un gran aporte del autor, de cómo clarificar, purificar un bagaje de personas, vivencias, situaciones densas. No es fácil pero Alarcón lo logra. Concentrarse sin límite hasta el fin.

Recomiendo “Si me querés, quereme transa”. Obra lograda, inteligente, con muchísimo laburo detrás, silencioso, como el que nos tiene acostumbrado Cristian Alarcón, pieza clave para entender la argentina crónica.

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